El actual Papa, desde el inicio de su mandato al frente de la Iglesia Católica, ha destacado por su enorme sensibilidad social denunciando con dureza las desigualdades económicas, los excesos de las élites o el sufrimiento de los inmigrantes. Recientemente decidió aportar su personal punto de vista acerca de la justicia penal y me alegro de constatar que coincide con el de tantos criminológos y juristas que señalamos que los problemas sociales no se pueden arreglar endureciendo los códigos penales. Además, apuntó que el modelo de justicia más cercano a los valores cristianos se basa en la reconciliación y la reinserción.
En una carta fechada el pasado 30 de Mayo y dirigida a los participantes en el Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminología, el Papa señala que la justicia se ha de basar en la “reparación del daño causado” ya que “se trata de hacer justicia a la víctima, no de ajusticiar al agresor”. Recalca que durante mucho tiempo la justicia se ha olvidado de las víctimas “pero sería un error confundir la reparación solo con el castigo, confundir la justicia con la venganza, lo que solo contribuiría a incrementar la violencia, aunque esté institucionalizada”. Estos postulados coinciden completamente con los fundamentos de la justicia restaurativa, y es esperanzador que una persona con tanta capacidad de convocatoria los proclame a los cuatro vientos.
Como he referido al principio, Francisco I atesora un conocimiento criminológico más profundo que el que muestran la mayoría de nuestros dirigentes cuando afirma que:
“La experiencia nos dice que el aumento o endurecimiento de las penas con frecuencia no resuelve los problemas sociales, ni logra disminuir la delincuencia. Y además se pueden generar graves problemas para las sociedades, como son las cárceles superpobladas o los presos detenidos sin condena…”
Según el Sumo Pontífice la justicia debe estar dirigida a “corregir, mejorar y educar al hombre para que madure en todas sus vertientes, de modo que no se desaliente, haga frente al daño causado y logre replantear su vida sin quedar aplastado por el peso de sus miserias”. Haciéndose eco de una concepción positiva del ser humano, afirma que todos somos capaces de hacer buenas y malas acciones pero que hay que preguntarse por qué algunos caen en el mal y otros no. Para el Papa la respuesta está clara: “no pocas veces la delincuencia hunde sus raíces en las desigualdades económicas y sociales” y critica una “sociedad que se rige solamente por las reglas del mercado”.
Francisco I hace una llamada de atención a los medios de comunicación los cuales “juegan un papel importante y tienen una gran responsabilidad: de ellos depende informar y no contribuir a generar alarma o pánico social con noticias de hechos delictivos”. Ojalá los responsables mediáticos de nuestro país, que promueven un doloroso circo victimizador cada vez que se comete un delito, escuchen estas contundentes palabras:
“Están en juego la vida y la dignidad de las personas, que no pueden convertirse en casos publicitarios, a menudo morbosos, condenando a los presuntos culpables al descrédito social antes de ser juzgados o forzando a las víctimas, con fines sensacionalistas, a revivir públicamente el dolor sufrido.”
Para la Iglesia Católica, señala el Papa, la Justicia debe “restaurar las relaciones y reintegrar en la sociedad” y ser “humanizadora, genuinamente reconciliadora, que lleve al delincuente, a través de un camino educativo y de esforzada penitencia, a su rehabilitación y total reinserción en la comunidad.”
La carta del Papa se inscribe en un fuerte debate que existe en la sociedad argentina acerca de la reforma del Código Penal, y en el que los distintos partidos contraponen dos modelos de justicia: uno basado en la mano dura y el endurecimiento de las penas de prisión, y otro centrado en la reinserción y en la justicia restaurativa, abogando por penas alternativas a la prisión. El Papa ha dejado claro que apoya el proyecto rehabilitador y anti-punitivo.
Os adjunto también una noticia en la que el jurista Zaffaroni, al que el Papa dirigió la carta en su en su carácter de secretario ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología,
alaba la postura del Papa y señala que otros Papas, como Pío XII, también reivindicaron el carácter humanista de la justicia cristiana:
Para finalizar, me gustaría compartir dos pensamientos que me ha sugerido esta misiva papal:
Me resulta descorazonador observar la falta de debate político sobre la cuestión penal en nuestro país. Mientras que en Argentina se discute qué tipo de Código Penal prefiere la sociedad, en España toda modificación penal, que siempre ha sido endurecedora, ha sido dispuesta sin tener en cuenta las demandas de las organizaciones cívicas y jurídicas, y en total ausencia de una verdadera contraposición ideológica. Asuntos tan importantes como la dignidad y la libertad de las personas, los mecanismos para reparar el daño a las víctimas o para evitar la reincidencia, son obviados del debate político, sin que ninguna formación política, ni grande ni pequeña, ni de izquierdas ni de derechas presente propuestas o alternativas. Creo que corresponde a la sociedad civil, en este momento de repolitización que acontece en nuestro país, promover un desarrollo alternativo del sistema penal, que coloque a la justicia restaurativa en el centro de cualquier reforma.
Por último, quiero hacer ver que no es casualidad que los fundamentos de la justicia cristiana coincidan con la justicia restaurativa. En realidad, todas las religiones y proyectos ideológicos transformadores comparten los valores fundamentales sobre los que descansa este nuevo paradigma de justicia. El valor principal que late bajo todo el proyecto restaurativo es el deinterdependencia: todos estamos conectados, todos formamos parte de lo mismo, todos somos una red de relaciones. Podemos encontrar versiones de esta misma idea en prácticamente todas las tradiciones espirituales. Para los hebreos la palabra shalom significa la unión en paz entre los seres humanos, Dios y el resto de su creación. En la Biblia o el Corán todos somos hermanos, hijos de Dios. En el Baghavad Gita todas las almas forman parte del mismo tejido universal de Krsna, los budistas creen que todos compartimos la naturaleza de Buda y así podemos encontrar multitud de ejemplos.
Por eso creo que la justicia restaurativa se impondrá como modelo de justicia: porque responde a las verdaderas necesidades humanas.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada.
Master en Pensamiento Político y Social por la Universidad de Sussex.
Experto en Justicia Restaurativa por la Universidad de Sevilla.
Jurista de Instituciones Penitenciarias.
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