En esta entrevista, Jean Schmitz describe las actividades y los proyectos llevados a cabo por el Instituto Latinoamericano de Prácticas Restaurativas, y explica la importancia de promover métodos innovadores de justicia restaurativa, sobretodo en Latinoamérica. Esta institución, cuya sede se encuentra en Lima y cuyo objetivo primordial es el de promover el aprendizaje, el crecimiento personal y la responsabilidad social, así como fomentar las relaciones humanas y ciudadanas, apostando por una mejor calidad de vida, de bienestar emocional y de respeto a los derechos de los ciudadanos; utiliza una metodología basada en prácticas restaurativas. En unas pocas líneas, Jean Schmitz hablará, entre otros, de lecciones sobre las prácticas restaurativas impartidas por el ILAPR y describirá los resultados positivos ligados al uso de las prácticas de justicia restaurativa, sobretodo en el entorno escolar, a fin de reducir o de prevenir la violencia y la criminalidad proporcionando a las personas el sentimiento de formar parte de una comunidad en la cual ellos pueden compartir sus sentimientos y ideas.
1.- Con una trayectoria de más de 10 años trabajando en la región de América Latina en materia de prácticas restaurativas, ¿podría por favor compartir con nosotros los avances y progresos alcanzados en la implementación de la justicia restaurativa en América Latina y Central? En su opinión, ¿cuáles son las limitaciones y mayores desafíos que se plantean actualmente en la promoción de este enfoque?
Cuando La Fundación Terre des hommes comenzó a promover la justicia juvenil restaurativa en el Perú en el año 2002, recuerdo claramente como delegado de aquella fundación en este país entre 2002 y 2010, que este concepto era nuevo y mayormente desconocido. Poco a poco, a través de un largo proceso de sensibilización y formación de los operadores sociales y jurídicos, la justicia restaurativa comenzó a ganar espacio en desmedro del modelo retributivo que generalmente se aplica en el país inclusive para las infracciones cometidas por menores de edad.
En cinco años, la justicia juvenil restaurativa en el Perú pasó de un inicial proyecto piloto, gestionado por una ONG internacional (la Fundación Terre des hommes), a convertirse en un Programa Nacional liderado por el Ministerio Público. Se trata de un logro extraordinario, pues significa que la justicia restaurativa ha llegado a ser considerada hoy, en el Perú, como una política pública.
Sin embargo, aún estamos muy lejos de poder afirmar que en el Perú y otros países latinoamericanos se haya logrado implantar completamente una justicia restaurativa. Según McCold & Wachtel (2003), cuando la justicia penal involucra solamente a una de las partes interesadas, como en el caso de una compensación financiera concedida por el gobierno a la víctima o una prestación de servicio comunitario impuesta al agresor, el proceso solamente se puede llamar parcialmente restaurativo. Cuando un proceso, como la mediación víctima-agresor, incluye a dos de las principales partes interesadas pero excluye a sus comunidades afectivas, el proceso puede ser considerado principalmente restaurativo. Solamente cuando las tres principales partes interesadas están involucradas activamente, como ocurre en las reuniones o círculos restaurativos, se trata de un proceso completamente restaurativo. Tenemos que reconocer que aún existen pocas experiencias completamente restaurativas. La mayoría solo son parcial o principalmente restaurativas.
2.- En el mes de Junio de 2013 tuvo lugar en Bali la Consulta Internacional de Expertos sobre Justicia Restaurativa para Niños. Este encuentro ha tenido como resultado el documento Promoviendo la Justicia Restaurativa Infantil (2013) en el que se habla sobre el concepto de justicia restaurativa así como de sus beneficios, al mismo tiempo que se aportan propuestas. ¿Qué opinión le merecen los resultados de esa Consulta Internacional de Expertos y los resultados plasmados en el mencionado documento?
La Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra los Niños, Marta Santos Pais, en estrecha colaboración con los Gobiernos de Indonesia y Noruega, organizaron en Bali esta consulta internacional de expertos sobre el desarrollo y la implementación de políticas de justicia restaurativa apropiadas para los niños. En ella participaron profesionales de diferentes países del mundo que compartieron sus experiencias y buenas prácticas en esta materia, provenientes tanto del sector público como de la sociedad civil (ONG, universidades…) de países como Indonesia, Sudáfrica, Irlanda del Norte, Holanda, Australia, Noruega, Filipinas, Tailandia, Brasil y Perú. En particular, tuve el honor de cooperar en esta consulta con la doctora Rita Figueroa, Fiscal Superior Responsable del Programa Nacional de Justicia Juvenil Restaurativa en el Perú, con quien promovimos juntos, desde el año 2004, el enfoque restaurativo en el sistema de justicia juvenil del país.
Esta consulta permitió el intercambio de experiencias legislativas, de políticas y de programas que se desarrollan en países donde se están experimentando procesos de reforma de la ley y una mudanza del paradigma punitivo hacia uno restaurativo, respetuoso de los niños, para lograr su rehabilitación y reintegración a nivel comunitario, considerando a la vez las necesidades de todas las personas afectadas por la infracción de la ley.
Personalmente, lo que más valoro de esta consulta es que permitió obtener una visión general de los modelos disponibles de justicia juvenil restaurativa y las estructuras legales que los apoyan a nivel nacional y comunitario, sin descartar los problemas y deficiencias que siempre les acompañan, así como las estrategias promovidas para superarlos. Un valor agregado de este evento ha sido, sin duda, el de proporcionar una relación de recomendaciones concretas, todas ellas basadas en experiencias reales, para construir una política de Estado y apoyar los esfuerzos nacionales en el desarrollo de programas de justicia restaurativa que salvaguarden los derechos del niño.
Otro valor agregado de la consulta es haber podido describir detalladamente los numerosos beneficios que trae la implementación de un programa de justicia juvenil para los niños, y no sólo para ellos, sino para todos los actores involucrados, tales como las víctimas, los familiares, los amigos, la comunidad y la sociedad en general. Finalmente, me complace que el Informe Final de la consulta haga referencia a valiosos documentos como la Declaración de Lima, surgida del Primer Congreso Mundial de Justicia Juvenil Restaurativa, celebrado en Lima, Perú, en noviembre de 2009, y el Estudio y Análisis sobre Costo/Beneficio Económico y Social de los Modelos de Justicia Juvenil en el Perú.
3.- Como director y coordinador del Instituto Latino Americano de Prácticas Restaurativas (ILAPR), ¿podría destacar cuáles son las principales actividades y proyectos realizados por esta institución? ¿Cuál es la vinculación o sinergia que existe con el Instituto Internacional de Prácticas Restaurativas?
El Instituto Latino Americano de Prácticas Restaurativas (ILAPR) fue creado a principios del 2011 en la ciudad de Lima, capital del Perú, país de América del Sur, constituyéndose desde entonces como la filial latinoamericana del Instituto Internacional de Prácticas Restaurativas (IIRP), entidad académica de postgrado que ofrece maestría y cursos, presenciales, en línea o mixtos, en Prácticas Restaurativas, y gestiona importantes proyectos en varios países del mundo (SanerSaferSchools, Real Justice…). Se puede hallar una información completa sobre el IIRP en:
http://www.iirp.edu/graduate-education.php
Nuestro instituto latinoamericano coordina sus acciones con el IIRP, contribuyendo en la región latinoamericana a presentar, difundir y actualizar conocimientos y buenas prácticas, y compartir experiencias, concentrándonos principalmente en el área de formación. Tenemos como visión que nuestra labor se oriente hacia la prevención de tensiones y conflictos, o a su atención con criterio restaurativo, en el sistema de administración de justicia, los centros educativos, los centros de trabajo o cualquier comunidad de base.
Por el momento, nuestras principales actividades se concentran en la capacitación de profesionales, activistas y líderes sociales en prácticas restaurativas, así como en el seguimiento y consejería de los proyectos que ellos aplican en diferentes ámbitos, primordialmente en los centros educativos y en el sistema de administración de justicia.
4.- En su institución se está llevando a cabo todo un abanico de actividades formativas, de sensibilización, etc., de prácticas restaurativas. Muchas de esas prácticas se están desarrollando en el contexto escolar y comunitario. ¿Podría destacar cuáles han sido los resultados obtenidos durante este tiempo en las escuelas en las que han trabajado? ¿En qué medida cree que este tipo de prácticas ha ayudado a los adolescentes y jóvenes, y hasta qué punto ha resultado eficaz a la hora de prevenir un agravamiento de situaciones de riesgo de exclusión y conflicto con la ley?
Primero, quiero aprovechar esta pregunta para hacer una distinción entre los términos “prácticas restaurativas” y “justicia restaurativa”. Según Ted Wachtel, Presidente del IIRP, las prácticas restaurativas son una ciencia social que estudia cómo generar capital social y alcanzar una disciplina social a través de un proceso participativo de aprendizaje y toma de decisiones. Su uso ayuda a reducir el crimen, la violencia y el hostigamiento escolar (bullying), así como a fortalecer la sociedad civil, mejorar la conducta humana, reparar el daño, proporcionar un liderazgo efectivo y restaurar relaciones personales y sociales.
La justicia restaurativa, en cambio, se considera como un subgrupo de prácticas restaurativas. La justicia restaurativa es reactiva, consta de respuestas formales o informales al delito y a otras conductas indebidas, una vez que éstas ocurren.
El concepto del IIRP sobre las prácticas restaurativas incluye el uso de procesos informales y formales que anteceden a las conductas indebidas, los cuales forjan proactivamente relaciones y crean un sentido de comunidad para evitar el conflicto y las conductas indebidas. Cuando el capital social —una red de relaciones— ya está bien establecido, es más fácil responder de manera efectiva a los actos indebidos y restaurar el orden social, así como crear un entorno organizacional saludable y positivo.
Usando la terminología de la salud pública, la justicia restaurativa proporciona una prevención terciaria, que se aplica después de que el problema ha ocurrido, con la intención de evitar la recurrencia. Las prácticas restaurativas amplían ese esfuerzo con la prevención primaria, que se aplica antes de que el problema ocurra.
Por ejemplo, en la justicia penal, los círculos restaurativos y las reuniones restaurativas permiten a las víctimas, a los infractores y a los miembros de sus respectivas familias y amigos, reunirse para reflexionar sobre el modo en que cada uno de ellos ha sido afectado por un delito o infracción y, de ser posible, para decidir cómo reparar el daño y satisfacer sus propias necesidades (McCold, 2003).
Desde su creación, hace casi tres años, el ILAPR ha formado en prácticas restaurativas a más de 700 docentes de nivel inicial, primario y secundario que prestan servicios en escuelas públicas y privadas en varios países latinoamericanos. Eso no significa que absolutamente todos ellos aplican las prácticas restaurativas que se les ha enseñado. Calculamos que un 20% de ellos sí las están usando en forma progresiva y regular, principalmente a través de los círculos restaurativos en las aulas.
Un círculo es una práctica restaurativa versátil que puede usarse de manera proactiva para desarrollar relaciones y generar comunidad; o, de manera reactiva, para responder a las conductas indebidas, a los conflictos y problemas. Los círculos dan a las personas la oportunidad de hablar y escucharse los unos a los otros en una atmósfera de seguridad, decoro e igualdad. El proceso del círculo permite a las personas contar todas sus historias y exponer sus propias perspectivas (Pranis, 2005). El círculo tiene una amplia variedad de propósitos: resolución de conflictos, sanación, apoyo, toma de decisiones, intercambio de información y desarrollo de relaciones.
En general, los docentes nos manifiestan su satisfacción por los impresionantes resultados obtenidos usando esta herramienta con sus alumnos. Gracias a ella, descubren la posibilidad de un clima de mejores relaciones entre los alumnos, entre los alumnos y sus profesores, y también entre los profesores y los padres de familia. También declaran percibir una reducción de los conflictos y agresiones dentro del aula, así como una mejoría de la responsabilidad personal y colectiva. El proceso de resolución de un conflicto en el aula, a través del círculo, se convierte en un aprendizaje donde los alumnos toman consciencia de que su agresión afecta a otras personas y produce daños diversos, de los cuales deben responsabilizarse, examinar la mejor forma de repararlos y, en la medida de lo posible, restablecer las relaciones quebradas por la agresión.
5.- ¿De qué forma ha sido acogida la metodología empleada en este curso de prácticas restaurativas? ¿Qué tipo de respuesta ha habido por parte de los profesionales? ¿Y por parte de los alumnos de los centros? ¿Generan la participación juvenil en estos espacios de manera específica?
La metodología de los cursos de prácticas restaurativas por lo general tiene muy buena acogida entre los participantes por varias razones. Primero, porque todo lo que se enseña en los cursos está basado y sostenido en experiencias reales obtenidas en diferentes partes del mundo, lo cual significa compartir ejemplos de buenas prácticas e iniciativas efectivas y motiva la creatividad de los participantes. También porque la estructura de los cursos impartidos, los cuales equilibran el contenido teórico y práctico, toman en consideración los conocimientos y experiencias de los participantes y su área específica de trabajo (la escuela, el sistema penal, la comunidad, etc.). Por otro lado, los cursos se apoyan en un material pedagógico convenientemente estructurado que incluye vídeos, libros y artículos científicos. Además, los cursos son muy dinámicos y emplean diversas técnicas de enseñanza y reflexión como el juego de roles, el trabajo de grupos y los debates.
Durante o después de la formación, buena parte de los profesionales perciben que, de algún modo, ya estaban actuando, a su manera, en términos restaurativos sin ser conscientes de eso. El curso les ayuda a descubrir, profundizar o ampliar su conocimiento sobre técnicas sencillas, pero efectivas, para construir relaciones y establecer conexiones entre individuos que aprenden a ser respetuosos y responsables. Sea que se trate de docentes, educadores, policías, operadores de justicia u otros, los profesionales aprenden a construir comunidad y a promover una mejor convivencia social, contribuyendo a evitar o a reducir las tensiones y conflictos, potenciales o reales.
Los docentes capacitados que comenzaron a aplicar algunas prácticas restaurativas formales en su experiencia laboral en el aula, en particular los círculos, descubren que a sus alumnos les gusta muchísimo sentirse participes activos, poder expresar sus emociones en grupo, compartir ideas y opiniones, reflexionar sobre un tema o problemática, y buscar soluciones, y que se muestran dispuestos a responsabilizarse y reparar un daño ocasionado a otro compañero.
El uso frecuente e intencional de las prácticas restaurativas formales e informales en las escuelas, contribuye a lograr progresivamente claros cambios positivos en las actitudes y comportamientos de los estudiantes, y a crear en el aula un clima saludable y seguro en el cual promueve el liderazgo y la responsabilidad.
6.- Dentro del programa que ustedes están llevando a cabo hacen un especial énfasis en el apartado de las llamadas “zonas restaurativas”. ¿Nos podría comentar en qué consisten exactamente estas zonas? A su parecer, ¿cuáles son los puntos fuertes así como los retos y dificultades de dichas zonas restaurativas?
La idea es muy sencilla y, a decir verdad, es lo que más me motiva a promoverla en Latinoamérica. Una “zona restaurativa” es un espacio para una mayor coexistencia pacífica, donde las autoridades, los ciudadanos y las instituciones públicas y privadas adoptan el enfoque de prácticas restaurativas como política social y lo aplican en todas sus acciones y relaciones de la vida cotidiana.
La filosofía restaurativa se fundamenta en la convicción de que podemos mejorar la convivencia humana cuando las personas sienten que forman parte de una comunidad y que pueden participar en los asuntos que los afectan. Las prácticas restaurativas nos ofrecen métodos de diálogo de efectividad probada, y medios para prevenir y atender a la violencia y los conflictos, respondiendo a las necesidades no satisfechas y garantizando el respeto a los derechos de las personas. Todos estos métodos tienen un efecto unificador en las comunidades.
Incluso en los grupos con un sano sentido de comunidad, los conflictos y desavenencias ocurren ocasionalmente. Las prácticas restaurativas aportan sistemas para hacer frente a estas situaciones mediante el diálogo. Esta forma de manejar el conflicto ayuda no sólo a resolverlo, también permite reforzar las conexiones entre las personas y mejorar las relaciones en toda la comunidad.
La creación de una “zona restaurativa” nos coloca ante un reto apasionante. Las prácticas restaurativas se basan en la convicción de que ya tenemos profesionales compasivos y competentes, residentes adultos y líderes comunitarios que adoptan un enfoque unificado y consistente que mejora el desempeño y la conducta entre los niños, adolescentes y jóvenes, en sus casas, en las calles, en las escuelas y en todos los ámbitos de la comunidad. Se trata, por tanto, de partir de aquello que ya funciona en la comunidad, para potenciarlo y desarrollarlo, de modo que fortalezca la cohesión social y el sentimiento comunitario.
Este enfoque es efectivo para prevenir la violencia, reducir significativamente sus índices, atender las tensiones y conflictos interpersonales, grupales y comunitarios, al mismo tiempo que promueve maneras proactivas de reparar las relaciones. Al mismo tiempo, el enfoque desarrolla conocimientos, actitudes, comportamientos y valores como el respeto, la cooperación, la empatía y la responsabilidad, brindando también posibilidades para reparar los daños causados y, en la medida de lo posible, el restablecimiento de las relaciones quebradas entre las personas.
El uso regular y habitual del enfoque de las prácticas restaurativas por las personas (niños, adolescentes, jóvenes, adultos, personas mayores) e instituciones (centros de trabajo, escuelas, servicios, negocios, transporte público, etc.) contribuye al desarrollo de comunidades sociales más sanas y seguras.
La creación de una “zona restaurativa” es, ante todo, un proceso que se desarrolla de manera participativa y pasa por varias etapas, lo cual exige tiempo, dedicación, financiamiento y, sobre todo, voluntad política.
Para llegar a construir una “zona restaurativa” se necesita de un enorme proceso de capacitación y de seguimiento de las prácticas en cada una de las instituciones donde se introducen, tales como las escuelas, las comisarias y cualquier otro servicio púbico.
Por ejemplo, un miembro de la seguridad comunitaria o de la fuerza policial, que vigila un parque o un campo deportivo, en vez de expulsar a los niños y jóvenes para garantizar la tranquilidad, debería interactuar con ellos, buscar establecer conexiones y confianza, y promover un cambio positivo de comportamientos sin el uso de la fuerza. Su misión debería ser de control (tener autoridad, establecer límites y expectativas), pero brindando apoyo (ser amigable, motivador, dar soporte y orientación adecuada, etc.).
En la escuela, si bien la misión de los docentes es instruir a sus alumnos y desarrollar sus capacidades, no bastan para lograrlo las tareas académicas o las instrucciones autoritarias y unidireccionales de los maestros. Necesitamos que tengan control (autoridad, límites, expectativas), pero siempre brindando apoyo (ser amigables y motivadores, dar soporte y orientación, etc.), porque el rendimiento académico no depende solo de las exigencias y obligaciones sino de la buenas relaciones y conexiones positivas que desarrolla el maestro con sus alumnos. La realización de trabajo grupal y de círculos ayuda a este objetivo, así como el uso regular de declaraciones y preguntas afectivas.
Si bien la prestación de servicios sociales, tanto públicos como privados, busca el bienestar de los ciudadanos (especialmente de la niñez), la misión de los empleados de estos servicios no es sólo cumplir con la calidad técnica del servicio asignado sino al mismo tiempo preocuparse por la calidez de la atención a todos sus usuarios.
Otros ejemplos de diferentes roles en distintos ámbitos (salud, comercio, medio ambiente) pueden ser citados, pero en todos ellos siempre será necesario resaltar los dos ejes de la conducta restaurativa, que son el control y el apoyo.
Finalmente, la implementación de las prácticas restaurativas en una zona determinada debe entenderse como un proceso progresivo y permanente, donde todos los individuos situados en un puesto de autoridad (padre de familia, docente, policía, director de servicio, empleador…) muestran no solamente la voluntad de promoverlas sino, sobre todo, se sientan convencidos de los beneficios que resultan de su uso cotidiano para crear una comunidad más unida, feliz, colaborativa, productiva y con mayores posibilidades de poder prevenir y atender cualquier tensión o conflicto que pueda surgir dentro de ella. El uso regular y amplio de las prácticas restaurativas se podrá ver y medir fácilmente a corto, mediano y largo plazo.